Tomado de http://blogs.antena3.com/

 

No sabría si ese ciclista iba primero o último, pero la verdad, era irrelevante. En su cara, desfigurada por el frío, se dibujaba una mueca de dolor puro que replicaban todos sus músculos. Exhalaba con esfuerzo un vaho que salía ardiendo por su garganta, y volvía a entrar frío como un cuchillo de hielo. Cada pedalada parecía más dolorosa que la anterior, y sólo su fe interior conducía a aquel hombre a la cima de aquella monstruosa montaña. Aquel ciclista no iba el primero no, la carrera iba muchos minutos por delante. Entonces, me paré a pensar, una pregunta que no es la primera que me asalta… ¿En realidad somos tan diferentes?

31 (4)Sí, ellos son bajos, delgados, pero su corazón es grande, preparado para bombear una energía inagotable que les lleva al fin del mundo. Ellos también entendieron un día que el ciclismo no era su deporte, era su modo de vida. Como nosotros, comprendieron que el sufrimiento llevado al límite por conseguir un sueño se convierte en algo positivo, una forma pasional de ver las cosas, una declaración de intenciones, hacia ti mismo y hacia el resto: «Estoy dispuesto a dar lo más valioso que tengo por conseguir mis metas: mi dolor, mi sufrimiento».

Mientras ellos escalan las montañas que la vida nos pone delante, nosotros placamos los obstáculos que se interponen en nuestro camino. Nos jugamos nuestra integridad física, nosotros, lanzándonos sin miedo a luchar cada balón, ellos, bajando por puertos suicidas montados en esa bicicleta que se convierte en una extensión de su cuerpo. Y entendemos, nosotros y ellos, que la vida no se calcula, no se mide en porcentajes de riesgo, no es una inversión a la que hay que sacar rentabilidad, no. La vida, se vive. Porque si piensas demasiado al final te das cuenta que te la has pasado pensando.

Seguramente nos hemos encontrado en la sala de espera de algún hospital, ese loco bajito sujetándose la clavícula, aún con el maillot y el culotte ensangrentado, ese loco gigante con la nariz rota, o la ceja, o cualquier otra cosa… Y mientras la gente nos pregunta ¿Por qué lo haces? Nosotros pensamos para nuestros adentros…“Si tienes que preguntar, es que jamás lo entenderás”

En ciclismo está la expresión máxima del compañerismo, del esfuerzo dedicado de lleno a la victoria de otro.¿En qué otro deporte das tu máximo para que gane otro? Lealtad, confianza, trabajo en equipo, adquieren un significado pleno. Valores irrenunciables. Es el gregario que lucha con todas sus fuerzas para que a su líder no le falte de nada. Y le alimenta, le da de beber, le abriga, le tapa el viento y le anima. Es el único deporte en que ese mismo gregario, que llega a veinte, treinta, cuarenta minutos del ganador, que ha pasado tres o cuatro horas pedaleando sólo, completamente desfallecido, entra en la meta con una sonrisa de oreja a oreja, porque sabe que ha cumplido su trabajo. Me recuerda al trabajo de ocho personas, que se parten el cuello en cada impacto para que otros puedan bailar sobre el tapete verde. Y cuando ese segunda línea, aun levantándose de una melé que acaba con su espalda, levanta la mirada y ve a su equipo ensayar, lo hace con una sonrisa de oreja a oreja.

Ellos y nosotros, nosotros y ellos crecimos en un deporte que nos hablaba de leyendas, de sitios sagrados, de héroes y villanos. Tardes de Tour donde la voz de Pedro González nos mantenía pegados en un hechizo difícil de romper mientras animábamos a Miguel, empujábamos a Miguelón cuesta arriba, en esos puertos que nos sabíamos de memoria, curva a curva, kilómetro a kilómetro. Y a Miguel lo atacaban piratas y demonios italianos, y el blandía sus armas con nombres épicos, ¡Miguel blandía su espada! Y cuando acababa la etapa respirabas hondo y pensabas: “Hoy no he visto una etapa de ciclismo, he vivido una batalla épica”. La misma sensación que cuando ves un partido de los Lions.

Así que no puedo dejar de pensar, habiendo vivido en primera persona los dos mundos, que por el camino largo, tortuoso y sin atajos que conduce a nuestro Everest personal, caminan juntos dos tipos: uno alto y de hombros anchos, con orejas de coliflor y la nariz torcida. Otro bajito y muy delgado, con un bronceado desigual y unas facciones curtidas por el viento. ¿En realidad somos tan diferentes? No, desde luego que no. Los dos haremos cima, pase lo que pase.